sábado, 24 de enero de 2009

Discurso Incoherente (O pensamientos de baño)

Por B3

Cita:
“No sabes como es eso Marge, yo soy el que va todos los días ahí a romperse el alma y no estoy fuera de lugar, tú estas fuera de lugar. ¡Todo el maldito sistema esta fuera de lugar! ¿Quieres la verdad? ¡¿Quieres la verdad?! ¡Tú no puedes manejar la verdad! porque cuando se levanta la mano para tocar la cara de lo que fue tu mejor amigo y es un montón de basura, uno no sabe que hacer. Olvidalo Marge, ¡esto es el Barrio Chino!”
- Homero Simpson


A veces nos preguntamos si la realidad es tal y como la percibimos, si debemos hacerle caso a lo que traman nuestros (cada vez más defectuosos) sentidos. Porque habemos algunos a quienes nos parece que algo no encaja cuando vemos casas del mismo color, gente con la misma ropa, las mismas caras y la misma expresión. Simplemente está mal. Hay algo raro en eso que observamos mientras caminamos por las calles en busca de una respuesta. Probablemente sea nuestra imaginación jugándonos una mala pasada, pero hasta cierto punto uno ya no sabe distinguir entre las ilusiones de la mente y un presentimiento certero. Pasado un tiempo nos vamos sumergiendo en esos escenarios a los que nos acostumbraron apenas nacimos. Escenarios que suponen un buen puesto para quienes logran tragarse todo como se lo dan sin pensar siquiera en la inverosimilitud de sus casos. Nos vamos durmiendo cada vez más profundamente.


Tenemos televisores LCD (no LSD) de pantalla plana para cubrirnos los ojos, ipods o celulares con radio incorporada taponándonos los oídos, muchas subculturas de las cuales hablar mal (como si nos interesara entenderlas) para tener la boca alejada de las protestas reales y por si esto no fuera poco, contamos con un sinfín de ideologías dispuestas a sedarnos el cerebro siempre y cuando nos dejemos ¿o no? Al fin de cuentas somos productos de la sociedad en la que vivimos. Desde el más materialista o el que esté mas sumergido en esta ilusión hasta el más espiritual o aquel que lleva la palabra “revolucionario” en el pecho. Todo lo que hacemos y pensamos (y lo que no, también) es el producto intermedio de lo que la sociedad nos envía desde nos introducen, sin aviso, en ella; hablo de las normas que nos enseñan, las leyes que nos imponen y los cánones estéticos que nos etiquetan.

Y cuando alguien se da cuenta de todo eso, la impresión es tal que termina quebrando su pensamiento. Elegimos creernos “normales” (de “norma”, regla) y despreciar a aquellos cuyas mentes se debilitaron de tanto pensar; aunque por hechos históricos, algunos “dementes” (del latín “de” – alejado, y “mens” – mente) en su época fueron considerados genios por generaciones posteriores. Quizá por eso preferimos ignorar lo que pasa sin mirar más allá de nuestra nariz o sin vivir más allá de nuestra puerta donde el mundo se cae a pedazos.

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